lunes, 17 de octubre de 2011

Bolonia (I) (o la escuelización de la universidad)

Seré previsora y pondré un I a esta entrada, porque esto de Bolonia puede que me dé más de sí en adelante.

Me vengo preguntando desde que sonaban las campanas Boloñesas en la universidad si no estamos evitando que los universitarios maduren. La teórica es que en Bolonia tenemos menos horas de clase (lo que se llama ahora presencialidad) y que el alumno trabaja más por su cuenta (no presencialidad). La contabilidad no es fácil, porque uno sabe las horas que está cada alumno en clase, pero no puede saber cuántas dedica a trabajar cuando sale por la puerta. A los profesores se nos pide que midamos cuánto debe dedicar el alumno a estudiar por cada hora de las que impartimos.

Teniendo en cuenta que todos los profesores nos conocemos ya el terreno, sabemos que no tiene mucho sentido pedir a los alumnos que se preparen algo antes de venir a clase para trabajarlo juntos porque no lo hacen. O lo hacen sólo 5 y no se puede trabajar sólo con esos 5 y dejar a los 55 restantes como "fracaso escolar" (porque entonces lo llama a uno el vicerrector de turno pidiendo las explicaciones pertinentes). Hasta donde llevo visto, esto de Bolonia se ha convertido en que nos han quitado tiempos en clase para hacer ejercicios y vamos como motos en la teoría. Mis clases de antiguamente (de hará unos 6 meses) eran dinámicas, siempre con papel sucio cerca, buscando la participación de los alumnos, con ejercicios elegidos para motivar la teoría... vamos, lo que me habían dicho que tenía que ser una clase antes de Bolonia. Mis clases de ahora son lecciones magistrales seguidas de un chorro de "esto os lo tenéis que mirar", "esto lo tenéis que practicar", "esto está bien en tal libro"... Pero que sé que no harán. Igual que no se prepararían los temas antes de verlos para poder dedicar la clase a aclarar detalles y hacer ejercicios, tampoco se los prepararán una vez vistos en clase. Porque, digan lo que digan, la mayoría de los chicos no tiene la madurez necesaria para hacer esto (y no, no voy a entrar hoy en el trapo de que llevan 15 años teniendo deberes en el cole para "crear la rutina". Ni la tenían, ni la tienen.)

El camino que muchísimos de mis compañeros está siguiendo es el de la evaluación constante. No debemos confundir esto con la evaluación contínua, que podría tener su gracia si el grupo fuera de 20 en lugar de 60 u 80. Hablo exámenes cada quince días. O cada semana. Constantemente. En lugar de aclarar dudas, resolver ejercicios o exponer materia, dedican sus horas de clase a hacer exámenes. Luego, en el despacho, en lugar de buscar bibliografía, retocar las relaciones de problemas o preparar prácticas de laboratorio, corrigen. Todo el santo día evaluando y corrigiendo. Y también están los que evalúan los deberes. Esta es mejor aún porque definitivamente entiende al alumno y a su reciente pasado en el instituto: me lo cuentas, me mandas deberes, los hago (o no) solo (o no), me lo sumas en la evaluación contínua esa que vale un 40% de la nota, y con un puntito en el examen estoy listo. Eso si no me das un punto por asistencia, que venir a clase tiene algunas veces premio.

Y así las cosas, yo me pregunto si no estaremos haciendo una panda de inmaduros como la copa de un pino... o de un pinar, que muchos son los universitarios de este país. Mire usted: para ser ingeniero de X, hay que saber estas 250 cosas. Y para que usted se las aprenda, le voy a poner un aula, y un profesor, y la luz y la calefacción, una pizarra, baño, y cafetería. Una biblioteca con muchos libros y un cañón en el aula y un laboratorio. Un servicio de deportes y bastantes becas, y le voy a dar a usted salas de estudio y bedeles que las abren y las cierran. Le pondré horas de tutoría y un horario de sólo mañana o sólo tarde, procurando que los viernes no haya teorías (por aquello de la resaca del jueves noche), y un tribunal de compensación por si el profe le tomó manía a usted o usted a la asignatura. Pero el chiquito no tenía bastante con eso (que era lo que había hasta hace un par de años). No. Para hacerse ingeniero necesitaba que el profesor lo tomara de la mano, le pusiera deberes, los corrigiera y le diera la palmadita en la espalda por haber mejorado. Y si sólo aprende 200 cosas en vez de 250, ya veremos cómo buscar el profesor responsable de no haberlo motivado. Eso sí, el chico será ingeniero. Y que dios ampare al que cruce por sus puentes, porque podría ser que el aprobado de estructuras fuera "por compensación".

¿Era esto lo que buscaba Bolonia, o los de didáctica nos la han vuelto a colar?

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